Esta es una publicación de Mauricio Jaramillo Marín, Director y cofundador en Impacto TIC y Hangouts de Periodismo. Mauricio es periodista de tecnología y conferencista digital en Colombia y Latinoamérica.


La pandemia aceleró la adopción de tecnologías, herramientas digitales y modelos de trabajo remoto, pero el retorno a cierta normalidad ha hecho que muchos empleadores impongan, de nuevo, el trabajo presencial. ¿Qué significa esto?

Desde el comienzo de la pandemia, no era difícil prever que la ‘nueva normalidad’ sería algo muy distinto de lo que vivíamos antes. Varias industrias aceleraron 5, 10 y hasta 20 años su Transformación Digital, el comercio electrónico tuvo un crecimiento explosivo en varios países de Latinoamérica, muchas instituciones por fin adoptaron la educación virtual –no siempre con convicción, sino por necesidad–, las teleconsultas médicas ganaron terreno, y el trabajo remoto o desde casa fue la modalidad por excelencia para millones de empleados en la región y en todo el mundo.

Y así, hay muchos ejemplos más de cambios que llegaron para quedarse. En el caso del trabajo remoto, dos años después del confinamiento y cuando las economías experimentan una reactivación, las organizaciones se enfrentan a la decisión de volver al pasado –es decir, al regreso a las oficinas con modalidad de jornada laboral presencial para todos sus empleados–, abrazar permanentemente el trabajo remoto y el teletrabajo que les permitieron ‘sobrevivir’ en tiempos de COVID-19 o adoptar un modelo híbrido o de trabajo flexible.

Al respecto, hay señales positivas y otras que pueden generar preocupación. Si nos remitimos a la encuesta global, ‘Return to Work’, realizada por One Poll para Citrix, vemos que el 90 % de los ‘nacidos digitales’ –los que nacieron desde 1981 y que pronto serán la mayoría en el entorno laboral– prefiere trabajar de manera flexible y no regresar de tiempo completo a las oficinas, mientras que un 82 % cree que los empleadores deberían ofrecer alternativas de trabajo flexible.

La encuesta, traducida al español como ‘Regreso a la Oficina’, tiene revelaciones interesantes según el país que se analice (fue hecha en varios países latinoamericanos). Para el caso de Colombia, por ejemplo, es interesante notar que 260 trabajadores (52 % de ellos de la base de 500 consultados) ya regresó tiempo completo a las oficinas los cinco días de la semana.

Más de la mitad de los trabajadores ‘regresando al pasado’ parece un exceso, y más si la encuesta revela que 48 % de esos 260 (casi la cuarta parte del total) lo ha hecho por exigencia de su empleador. Otros datos muestran que el regreso a las oficinas no se rechaza tanto como podría pensarse: 37 % indica que se siente más productivo y comprometido al asistir a diario a su oficina, y 34 %, que allí tiene mejor acceso a la información.

Pero, aun así, es esclarecedor el hecho de que la mayoría, 58 % de los 500 encuestados, prefiere el trabajo híbrido o flexible. Interesante entender que prefieren esta modalidad porque les brinda un mejor balance trabajo-vida personal y ahorros de tiempo y costos en desplazamientos –aún más marcado en grandes ciudades–. De destacar también que el 58 % se distribuye en dos grandes grupos: los que elegirían una modalidad de trabajo híbrido fijo, con unos días establecidos para trabajar en casa y otros para ir a la oficina (33 %), y los que quisieran total libertad para escoger los días en los que harían trabajo presencial y remoto (25 %).

Finalmente, otro dato que llama la atención y que contribuye al análisis de lo que se vive en la actualidad y se proyecta para el futuro es la escasa preferencia por los extremos: tan solo una tercera parte (32 %) prefiere el trabajo a tiempo completo en la oficina –el ‘regreso al pasado’– y un escaso 9 %, el trabajo remoto a tiempo completo.

¿Celebrar o lamentar?

¿Debemos celebrar o lamentar los resultados recogido en el estudio? Creo que ni lo uno ni lo otro: probablemente, la tendencia hacia el trabajo flexible o híbrido no avance tan rápido como creíamos, pero es indudable que seguirá avanzando.

‘Regreso a la Oficina’ no es una encuesta útil para los evangelistas de alguna de las modalidades, pues no solo muestra resultados parejos en cuanto a adopción de cada una de ellas, sino también gustos e intereses distintos entre los trabajadores. No lanza ese mensaje que nos trajo ‘La Gran Renuncia’, ese fenómeno estadounidense de 2021 en el que cada mes se reportaban millones de renuncias de trabajadores, en parte porque estaban ‘quemados’ (con el síndrome de ‘burnout’), y en parte porque sus empleadores les exigían regresar a la oficina y ellos no lo deseaban.

Al menos en Colombia, la tercera parte de los trabajadores se siente bien y quiere trabajar solo en su oficina. Y es que no todos los empleos son iguales, las empresas brindan condiciones distintas en sus lugares de trabajo, y las comodidades del trabajo en casa no son las mejores para todos los empleados, desde tener un espacio apropiado y disponible hasta la conectividad.

Entonces, ¿por qué ‘pelear’ por el trabajo híbrido?

El trabajo flexible o híbrido no fue una moda: ese 58 % de trabajadores que lo prefiere es una cifra contundente. Está para quedarse y es el reflejo de que el mundo del trabajo cambió para siempre, que esa ‘nueva normalidad’ que se esperaba sí está llegando. Solo que no es para todas las organizaciones ni para todos los trabajadores. Los más jóvenes, sin duda, acogen con más entusiasmo los beneficios del trabajo flexible –y también del totalmente remoto–, pero está siendo adoptado por empleados de todas las edades.

La gran preocupación no es que un tercio de los empleados quiera trabajar desde la oficina –si son más productivos y felices, ¡fantástico!–. La ‘vuelta al pasado’ con connotación negativa es de las organizaciones que están obligando a sus empleados a hacerlo. ¿No tuvieron dos años para medir la productividad de los empleados en sus distintas áreas? ¿No hicieron encuestas de satisfacción? ¿No escucharon a quienes querían seguir trabajando desde su hogar o alternar entre este y la oficina?

Las organizaciones que vuelvan al pasado no solo se están perdiendo de los beneficios del trabajo distribuido –en oficina, hogares y otros espacios–, sino de los altos niveles de satisfacción, productividad y compromiso que brinda para un empleado el poder trabajar desde el lugar que quiera, y por tanto de la mayor posibilidad de capturar y retener el mejor talento posible, independientemente de su lugar de trabajo.

Además, lo más probable es que sus oficinas vuelvan a ser los espacios de antes, en lugar de convertirse en ‘hubs’ para el trabajo colaborativo, para establecer nuevas interacciones entre empleados y habilitar la innovación.

Colombia tiene una Ley de Teletrabajo desde 2008, tan exigente que en 14 años solo suma unos 250.000 trabajadores en esta modalidad. Y en 2021, el Gobierno estableció un régimen de trabajo remoto, con el fin de evitar que esta modalidad se prestara para abusos de los empleadores, y de brindar garantías para estos y sus trabajadores. Pero la ‘pelea’ por el trabajo flexible no es de leyes o regímenes, sino de cambio cultural: debe ser una decisión voluntaria de las organizaciones y de sus trabajadores. Los líderes no pueden seguir anclados al pasado, sino ver los intereses, las habilidades de sus propios trabajadores, en especial de los ‘millennials’ y los de la Generación Z, que son los que más valoran la flexibilidad y otros beneficios de esta modalidad de trabajo.

Por supuesto, la ‘pelea’ incluye también a los trabajadores, que deben formarse y fortalecerse en habilidades blandas como la comunicación –escrita y hablada–, la autonomía, la colaboración y el uso avanzado de las herramientas tecnológicas.

Los modelos de trabajo flexible o híbrido seguirán avanzando, enfrentando desafíos como el de los líderes escépticos o tradicionalistas, los de establecer entornos de trabajo equitativos para los trabajadores presenciales, los remotos y los que prefieren el trabajo flexible, que no aísle a unos u otros y que permita su integración y colaboración.